14 mar 2010

LA VIRGEN DE LOS REYES parte 1 de 4

Por D. Bartolome Garcia del Castillo
Alla en la noche del sabado cinco de Enero del año 1546, serian las nueve, la lluvia pertinaz y el intenso frio de aquella noche lobrega y triste, mas solitaria y triste por encontrarse en las costas de la Dehesa de esta Isla de El Hierro. Las inclemencias del tiempo habian recluidoen una cueva de las cercanias de Lomo Bermejo a casi todos los pastores que devotamente, hallabanse rezando el Santo Rosario.
Aquellas sencillas gentes, entre gozo y gozo (y cada vez uno de los moradores de la cueva) asomabanse por si oir podian, ora el azorado valido de una res, ora el grito lastimero de algun retrasado compañero, que pidiera auxiliio, al tocarle el turno a uno de ellos que por Bartolome Morales respondia, soprendiendose, al ver el firmamento iluminado e extraños resplandores proyectados por refulgentes reflectores que rasgaban la intensa oscuridad de la noche.
Dada por aquel la voz de alarma, todos quedaron pasmados ante tamaño fenomeno (ignorando si seria realidad o sencillas alucinaciones de aquellas pobres gentes), pero segun dice la tradicion aquella noche vieron cosas sobrenaturales.
Al amanecer del seis, la tormenta habia cesado y con sorpresa vieron que en el proximo puerto de Orchillas se hallaba anclado un velero, jamas aquel puerto, que en eopoca no muy lejana habia sido meridiano del mundo, era visitado por un vajel de tal porte. Solo de vez en cuando, algun barco argelino habia dejado ver los albornoces de sus tripulantes, ladrones crueles que para apoderarse de los ganados que en aquellas cercanias apacentaban descuidados, dispersaban a sus tranquilos y atemorizados dueños; pero de aquel barco, solo un pequeño bote tripulado por dos marinos y mandado por un anciano de luenga barba, que parecia llevar la honradez legendaria en todo su aspecto, se destaco a bordo; y poco despues, atracaban a los acantilados peñascos de la playa.
Confiados todos los pastores acudieron presurosos por si aquellos projimos necesitar pudieran sus servicios, aquel anciano de luenga barba que dijo ser el capitan de aquel navio, les narra la tormenta pasada, en la que habia tenido que tirar al agua casi todo, incluso parte de los viveres, para salvar las vidas. En cambio de aguas y algunas vituallas para poder proseguir su viaje a cuba recien conquistada, ofrecioles una imagen que a bordo conducian.
Continuar con la segunda parte